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Editorial

Estimados colegas:

Los recién nacidos (RN) están diseñados biológicamente para permanecer en los brazos de su madre y necesitan, como todo mamífero, un período de contacto estrecho durante los 1000 primeros días de vida. En el primer tiempo de este período, luego del nacimiento, un niño sano y de término madura su cerebro junto al cuerpo de la madre, lo que Ashley Montagu nombró como exterogestación. Un parto poco intervenido, la preservación del estado hormonal natural, la permanencia de la madre y el RN en contacto piel a piel, sin interrupciones, y el comienzo precoz de la lactancia, serían las condiciones ideales para el nacimiento de todos los niños. En todas estas instancias, los enfermeros participamos activamente, por lo tanto tenemos posibilidades de transformar las prácticas cuando no son las recomendadas.

Un RN prematuro o enfermo ingresa solo a la Unidad de Neonatología, sin una madre que natural-mente debería ejercer las funciones básicas de placenta; el desprendimiento de ella, no será lento ni progresivo, sino repentino y necesariamente forzado.

Las madres puérperas, asustadas y con un dolor visceral frente al nacimiento inesperado, asistirán a la Unidad de Cuidado Intensivo Neonatal (UCIN), recién a las 24 horas del nacimiento en el mejor de los casos, y tal vez más tarde, de acuerdo a su estado de salud, a la distancia geográfica entre ambos o a los antiguos protocolos de algunas instituciones que no facilitan un encuentro temprano entre el RN internado y su familia. Las madres acompañan a sus hijos en sillas, generalmente incómodas, junto a las incubadoras, inmersas en emociones que van desde la incertidumbre sobre la supervivencia de su hijo a la esperanza, mientras deben reponerse de sus cesáreas y dolencias físicas.

¿Qué pasa entonces, con estos RN y con estas madres? ¿Qué oportunidades encuentran en el ambiente apurado de la UCIN para reparar esta separación?

Creo que, en gran parte, nuestra tarea en la Unidad, más allá de los cuidados clínicos de los RN de riesgo que asistimos, es hacer posible el encuentro físico de la madre y el hijo, en donde el desarrollo de los sentidos del tacto y del olfato, los procesos a nivel fisiológico, emocional y neuronal de vinculación y sincronización entre ambos, sean tan prioritarios como la estabilidad cardiorrespiratoria.

Aunque existe sólida evidencia de que el contacto piel a piel de los RN internados y sus madres tiene amplios beneficios, muchos profesionales del equipo neonatal no son concientes de la necesidad de fomentar estas prácticas. A veces, aun teniendo acceso a esta información, los servicios no implementan estos conocimientos, a los que se adhiere sólo desde el discurso. Es así que todavía hay muchas Unidades en Argentina, en las cuales los padres tienen horarios reglados y restringidos para ingresar. Parece que existiera un abismo entre el conocimiento teórico y la práctica. ¿Cómo podría hablarse de contacto piel a piel y lactancia con la madre afuera de la Unidad? En estas Unidades, se contempla la incubadora como el hábitat seguro en donde debe permanecer el RN prematuro y el biberón como el medio normal y posible para alimentarlo.

Una barrera importante para iniciar y luego sostener la lactancia de los RN ingresados en la UCIN, tiene que ver con la información inconsistente y contradictoria que diferentes miembros del equipo de salud brindan a las madres sobre la mejor forma de extraer y almacenar su leche, a la falta de espacios y materiales adecuados para la extracción. Es necesario que todo servicio que decida trabajar en este sentido seriamente, elabore y haga accesible a todo el personal, políticas escritas sobre la participación de los padres en el cuidado de los RN, la extracción y manejo adecuado de la leche materna, según las Directrices para la organización y el funcionamiento de los Centros de Lactancia Materna en Establecimientos Asistenciales (Ministerio de Salud de la Nación, 2013) y la alimentación prioritaria de los RN de riesgo con leche humana.

Lejos aún de estos enunciados, según las últimas cifras oficiales publicadas de 2017, provenientes de la Encuesta Nacional de Lactancia Materna (ENaLac, de la Dirección Nacional de Maternidad, Infancia y Adolescencia), el 9,3 % de los RN con peso menor de 2500 g de nacimiento, nunca fueron puestos al pecho. Esto nos hace pensar que tenemos un largo camino por transitar aún para lograr Unidades que brinden cuidados humanizados y centrados en la familia.

Frecuentemente escucho a colegas que refieren que en sus servicios, las madres se extraen escasos volúmenes de leche, que desisten de la lactancia y muestran poco interés en permanecer adentro de la Unidad. Frente a estas afirmaciones, les pido que reflexionemos, sobre qué hacemos en nuestros lugares para hacer sentir a las madres bienvenidas y parte fundamental del cuidado de sus hijos. ¿Cuántas veces hacemos salir a los padres para realizar procedimientos que deberíamos aprender a realizar frente a ellos? ¿Animamos a las madres a sostener a sus hijos, y si fuera posible, acercarlos al pecho durante la colocación de vías periféricas, sondas, punciones de talón o curaciones sencillas? ¿Habilitamos a la madre a sostener a su hijo en contacto piel a piel cada vez que se encuentre estabilizado y en condiciones de interactuar, aun estando en asistencia respiratoria o con catéteres? ¿Le enseñamos a reconocer las señales de organización o de estrés de su hijo?

Porque, colegas, pensemos que con una madre ajena a todos estos cuidados de su hijo, a la que no se le brindan recursos para conocer y hacer propio a su hijo, es imposible que desee permanecer con él, y que además esperemos que produzca leche suficiente para ese niño, percibido como ajeno. Me refiero a tener el tiempo y el cuerpo para escucharla cada vez que sea necesario, para repetir la misma información una y mil veces, para abrazar, consolar y alentar la esperanza. A veces el miedo a nuestro propio dolor no nos deja contener adecuadamente. Esto no nos justifica. La tarea es acompañar, guiar a los padres para que busquen su propia forma de entenderse con el hijo y hacerlo suyo. Cada familia con su forma de criar, y nosotros al lado, mostrando las diferentes posibilidades para que cada uno tome la que pueda o quiera, sin imponer nuestro propia elección. Este es el desafío diario de los que trabajamos en las UCIN; la integración de todos los aspectos del cuidado, sin ignorar las presiones laborales y la inadecuada relación del número enfermeropaciente con que se trabaja en la mayoría de nuestros servicios.

 

 

 

Lic. María Cristina Malerba
Comité Ejecutivo de la Revista Enfermería Neonatal